Con frecuencia mi mamá le reclamaba por su indiferencia para con nosotros, pues de hecho siempre dejaba en último lugar su hogar. Él prefería dar afecto, amistad, ayuda, e incluso apoyo económico a sus amigos y a su familia paterna, pero para su hogar, esposa e hijos no había mayor cosa, excepto las obligaciones económicas básicas.

En muchas ocasiones, cuando se trataba de comprar ropa y zapatos para nosotros, tendía a buscar las ventas de saldos y promociones más económicas (varias veces, sí, debido a la limitación material), pero otras veces prefería estas compras de saldos pudiendo comprar algo mejor.

Era aficionado a comprar cosas de segunda, sin necesidad de hacerlo, mientras que no escatimaba dinero, tiempo y esfuerzo para ayudar a sus parientes. 

En algunas ocasiones, ante los reclamos de mi mamá por los errores que estaba cometiendo, mi papá le decía: “Yo me casé con usted por bruto”

Mientras tanto, mi papá apoyaba a sus hermanos económicamente, y ellos, junto con mi abuela paterna, aprovechaban para meterle en la cabeza que él era una víctima de mi mamá, que todos los problemas de la casa y de él eran culpa de mi mamá y que ella era una mujer que lo tenía dominado y apocado.

Ellos le hacían creer que las aspiraciones de mi mamá de ponernos a estudiar en colegios decentes, tener una formación profesional y vivir de una manera digna, eran simplemente ambiciones, arrogancia, complejo de superioridad y explotación por parte de mi mamá.

Mi papá nunca defendió a mi mamá de todas esas críticas y mentiras. Más bien, él se quedaba callado y estaba de acuerdo con todo lo que decían sus hermanos.

Nunca pudo desprenderse del afecto desordenado a su propia familia; siempre puso en primer lugar a sus papás, especialmente a su mamá, a sus hermanos y parientes, antes que a mi mamá y a nosotros los hijos.

Estas personas con frecuencia le hacían la vida insoportable a mi mamá, la humillaban, la insultaban, se burlaban de ella, la hacían quedar en ridículo, inventaban calumnias, le llenaban a mi papá la cabeza de “cucarachas”, y él se tragaba entero todo lo que le decían de mi mamá y asumía como ciertas todas las interpretaciones amañadas que ellos hacían sobre el comportamiento que asumía mi mamá para defender nuestro hogar.

Para él, las palabras de sus hermanos y su mamá eran la verdad absoluta, sin importar que fueran mentiras, calumnias o rumores. Nunca luchó contra esas injusticias, ni se preocupó por buscar y defender la verdad.

Debido a esa situación, llegó un momento en el cual mi mamá no soportó más el daño tan grande que estos parientes estaban causando en nuestro hogar, y, con valentía, tomó la decisión de prohibir las visitas de ellos a nuestra casa, cortando toda relación con esa familia.

Ante esta decisión, mi papá, herido en su orgullo y en el afecto desordenado que sentía hacia sus familiares, se llenó aún más de rencor hacia mi mamá y le dijo: “Si mi familia no vuelve a venir a esta casa, entonces la suya tampoco”. Desde ese momento se produjo un distanciamiento de nosotros con las dos familias: Por el lado de la familia de mi papá, debido a los problemas que ellos creaban, incluso sin ir a nuestra casa, porque ellos se reunían con frecuencia a criticar, ofender, calumniar e irrespetar a mi mamá (y como mi papá asistía a esas reuniones, llegaba a la casa “envenenado” y había pelea segura entre ellos).

Y también hubo distanciamiento con la familia de mi mamá, pero esto ocurrió para evitar complicar aún más las cosas en la casa debido al sentido de “justicia” que manejaba mi papá.

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